A casi tres años de la entrada en vigor de la Ley No Chat, que sanciona severamente el uso de dispositivos electrónicos durante la conducción, seguimos enfrentando cifras preocupantes. Estudios recientes de la Conaset, la Mutual de Seguridad y la ONG NoChat revelan que un 33% de los conductores continúan chateando, hablando o manipulando sus celulares al volante. Esta realidad demuestra que, a pesar de la normativa, la distracción sigue siendo una de las principales amenazas en nuestras calles y carreteras.
El impacto de esta conducta es evidente en el aumento de accidentes de tránsito relacionados con la falta de atención al volante. Las imágenes de choferes de buses manipulando sus teléfonos mientras transportan a decenas de pasajeros son un recordatorio alarmante de los riesgos que corremos al ignorar los principios básicos de seguridad vial. ¿Cómo podemos aceptar que, en pleno 2025, esto siga ocurriendo cuando contamos con tecnología avanzada para prevenirlo?
Hoy, existen sistemas de monitoreo capaces de detectar distracción y específicamente uso del celular durante la conducción en tiempo real. Estos dispositivos utilizan sensores para analizar el comportamiento del conductor, enviando alertas inmediatas si se detectan signos de peligro. Además, muchas de estas herramientas permiten generar informes detallados que pueden usarse para capacitaciones y mejoras en las prácticas de conducción. Su implementación en flotas de transporte de pasajeros y vehículos particulares no es solo posible, sino necesaria.
La Ley No Chat ha sido un paso importante para sensibilizar sobre el problema de los distractores al volante. Sin embargo, la evidencia muestra que la legislación por sí sola no basta. Necesitamos una estrategia integral que combine tecnología, educación y fiscalización. Las empresas de transporte de carga y pasajeros, en particular, tienen la responsabilidad de liderar este cambio, invirtiendo en sistemas de prevención y promoviendo una cultura de seguridad entre sus conductores.
El costo de ignorar esta tecnología es altísimo. Cada accidente prevenible representa no solo vidas perdidas, sino también un impacto significativo en el sistema de salud pública, las finanzas de las familias afectadas y los recursos del Estado.
Debemos pasar de la teoría a la acción. Desarrollemos políticas públicas pertinentes para que las empresas adopten tecnología de control de somnolencia, fatiga y distracción como un estándar obligatorio. Pidamos a las autoridades que refuercen la fiscalización y amplíen las campañas educativas para concienciar a la población. Solo así lograremos que la Ley No Chat cumpla plenamente su objetivo: salvar vidas.
El camino está claro. Ahora es momento de recorrerlo con determinación y compromiso. No permitamos que la distracción tecnológica siga cobrando un precio tan alto en nuestras carreteras.